Falta cada vez menos para las fiestas. Un mes y pico, se va a pasar volando. En realidad por lo único que quiero que lleguen es por el aguinaldo que cobro en diciembre… porque si hay una fecha que desde hace años no me causa emoción es la navidad. Me acuerdo cuando era chica, le escribía la cartita a Papa Noel en agosto mas o menos. Cierta navidad, tipo a los 6 años, antes de cenar, abro una puerta y ¿que me encuentro? A mi mama envolviendo los regalos. A la mierda con la ilusión de Papa Noel, San Nicolás, Santa Claus, Kris Kringle o como carajo lo quieran llamar. Ahí entendí la clásica frase adulta de… vos pedile a papa Noel, el después elige de lo que pediste, te trae lo que pueda… claro... en la inconciencia de niño uno dice, el gordo este es mágico, tiene un montón de duendes que le hacen las cosas… ya fue yo le pido un pony. Mientras uno es chico, en el afán de mantenerte la ilusión, te regalaban más o menos lo que pediste, aunque tuvieran que embargar la casa. La decepción era el par de medias y los calzones que uno recibía a cambio cuando ya iba creciendo. La concha de la lora. Y las pertinentes excusas de los adultos; que eso lo necesitas mas, que para que querés la estación espacial de la Barbie, que la pista de autitos que pediste no entra en el trineo, que a Papa Noel se le retobaron los renos y lo dejaron en Panamericana, que no arreglaron con el sindicato de los duendes, que la Sra. Noel tiene menopausia… ¿y pasar la navidad en familia? (quédense tranquilos, este no es otro monologo sobre los tipos de parientes en las fiestas, esta muy trillado eso). Yo me refiero a cuando éramos chicos. Generalmente los padres de todos los niños de la familia llevaban los regalos a la casa donde se juntaban todos. Excusa adulta: “Papa Noel sabe que nos juntamos acá entonces trajo todos los regalos para que los puedan abrir a las doce… si ya se que son las 10, pero los tuvo que dejar antes porque acordate, tiene que ir a todo el mundo a dejar regalos y… (Fin de la inventiva materna, nene, dejala hacer los tomates rellenos y no preguntes mas pelotudeces… anda, anda a jugar con tu primito que no lo ves nunca y deja a mama y a la tía que critiquen a las cuñadas en paz). El tema de que cada niño abriera el regalo de sus padres frente a los otros solía generar controversias. ¿Por que a ella una barbie y a mi tres bombachas? ¿Por qué a él una pista de Hot Wheels y a mí esta pelota del orto? ¿Se porta mejor que yo? ¡Si es un pendejo de mierda! Gracias a dios existían los dueños de la casa, abuelos y demás parientes, que le regalaban a cada niño lo mismo pero de distinto color para que no se pelearan. No se, pongámosle… paraguas. Un paraguas de un color distinto para cada niño. De todas formas, si había más de una nena, se iban a pelear por a quien le dieron el rosa. O si era una muñeca para cada una, se iban a enojar por a quien le dieron la rubia. Así somos las minas, complicadas desde el principio de los tiempos. Ahora, si bien este “regalo consuelo” no te gustaba y no lo ibas a usar en tu puta vida, hacia bulto en tu bolsa de regalos y no te enojabas (tanto) cuando veías las de los demás.
Yo por mi parte siempre quise una pista de Hot Wheels y no me la regalaban porque decían que era de varón. Entre esto, y las princesas de Disney, traumaron mi infancia.
genial!
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