miércoles, 14 de septiembre de 2011

Marge, no siento mis piernas!!

Tal vez se preguntaran por que hice este abandono de persona con mi pobre blog. La respuesta es una, y muy simple de entender para algunos que la padecen, la querida facultad. Este templo del Saber, como algunos idealistas gustan llamar. Y aquí estoy yo, un humilde numero más en la división costera de la Universidad de Buenos Aires. Cualquier estudiante, de cualquier ciudad que se precie, podrá contarme sus odiseas de llegada a la sede. Autos, subte, paros de transporte, bocinazos, la jermu de Castells y los piqueteros. Lo nuestro es mas simple… o no tanto. Paso a contar entonces lo que significa para tener que llegar a estar acá sentada escribiendo esto, en mi cuaderno maltratado. Si, escribo primero en papel, que se creían, que tengo netbook?
Para empezar, procedo a contar, para el que se este haciendo una película campestre, si, vivo en un pueblo chico pero no, no voy en mula. Tomo dos colectivos. El primero, que va por dentro de mi localidad. Hasta hace un par de semanas solía ir caminando hasta la terminal, pero luego de tortuosas veinte cuadras, solía llegar a la facultad con una baranda a tercer tiempo que hacia pensar que jugaba en las inferiores de Sacachispas. Como iba diciendo, este colectivo, cariñosamente llamado “el naranja”, lo tomo a las cinco de la tarde. ¿A que quiero llegar con esto? Es la hora en la que salen todos los preciosos y educados niños de la escuela. Hoy, por ejemplo, en la parada, tenia alrededor unos diez infantes de unos seis a nueve años, no mas que eso. Ni en partidos de futbol, ni cuando me martille un dedo, ni cuando pase una misión larguísima en un juego, no guarde y se corto la luz, había escuchado puteadas de ese calibre. “Cállate, negra puta”, “miralo al gordo tragaleche”, y “te’vo’a’caga’palo’vo’eh” y otros epítetos gruesos. También agresiones físicas, o más bien frutales, porque se revoleaban con manzanas mordidas. No, no vivo en Irak.
Llega el Bondi, después de diez minutos que se tornaron interminables. Los dejo subir primero, no vaya a ser cosa que reciba un manzanazo. La cara del chofer es épica. Yo lo compadezco. Subo, viajo parada, porque los engendros de Satán, no solo ocupan todos los asientos, sino que se cagan a trompadas sobre ellos. Arranca el Bondi. Del fondo se escucha CHOFER!! CHOFEEEER!! ¡¡ME ESTA PEGANDO!! CHOFEEEEER!! La puta que te parió, pendejo, defendete, cerra el culo, o mandale un texto a tu vieja. Lo que quieras, pero callate. Por fin después de esta odisea, llego a la terminal. Ahí hay una media horita de espera, un poco menos, hasta que llegue el Bondi número dos, nombre en clave, “el azul”. Es el que nos llevara a destino, unos cincuenta kilómetros más o menos. Los cuales cubre en tiempo record. Va a los pedos. A veces me siento en la película Máxima Velocidad, por ahí es eso, si va mas lento estalla.
Todo sea por… cuanto me quedan, ¿diez añitos de carrera? En cuanto me reciba me compro un auto.